Tres profesores abandonan el encierro para pasear un cartel reivindicativo por Las Canteras
Gracias Padilla, IMPRESIONANTE¿Habrán dado la orden de disparar los profesores Canarios al ver lo que ponía en el cartel?. Habrá sido Ruano, que tiene problemas de vista y no pudo leer el texto del mensaje?. Votamos por la segunda posibilidad, vista la animadversión que siente el Sr. Ruano (con las bragas en la mano) hacia el funcionariado, tiene visos de ser más creíble.
La violencia eclipsa todas las exigencias de los profesores 
Imagen cedida por nuestros compañeros de humor homologadoEl máximo responsable del centro de la ULL ha mostrado una actitud crítica hacia el papel que ha desempeñado la Administración en el conflicto, a la que le exige diálogo con los docentes y claridad entre contrapartidas y calidad.
Los profesores se encierran en la Facultad de Magisterio y en un colegio en Tenerife
Vemos a Ruano (con las bragas en la mano)
intentando poner a un funcionario en su sitio.
Manda narices, un señor que no ha hecho nada y
se permite el lujo de hacer unas declaraciones
totalmente fuera de lugar. No se como no han saltado a la
palestra todos los sindicatos de todas las administraciones, o
es que solo los profesores somos funcionarios?
Las cabras se comen el verde de Inagua
Vemos a Ruano (con las bragas en la mano)Manda narices, un señor que no ha hecho nada y
se permite el lujo de hacer unas declaraciones
totalmente fuera de lugar. No se como no han saltado a la
palestra todos los sindicatos de todas las administraciones, o
es que solo los profesores somos funcionarios?
Las cabras se comen el verde de Inagua
Presidencia del Gobierno gasta en sueldos ocho millones al año.El Ejecutivo regional, presidido por Paulino Rivero, ha incrementado en los dos últimos años el gasto relacionado con el personal en una cifra entorno al millón de euros. El salario del presidente autonómico rebasa los 81.500 euros.
Los sueldos de Presidencia del Gobierno superan los 8 millones de euros anuales, una partida que se ha incrementado en un millón de euros en un plazo de dos años, en un periodo de bisagra electoral en el queAdán Martín puso el broche final a su mandato y arrancó la era de Paulino Rivero. El Presupuesto General de la Comunidad Autónoma para 2008 asciende a 7.163,14 millones, de los cuales 8.062.033 euros se destinan a los recursos humanos de la sección de Presidencia del Gobierno. Una cantidad más que apreciable.
Cargos 2006 2007 2008
Cargos 2006 2007 2008
Presidente 77.988 79.963 81.563
Vicepresidente 71.901 73.681 75.155
Consejeros 68.004 69.658 71.051
Viceconsejeros 60.247 61.698 62.932
Directores generales 59.463 60.870 62.087
Vicepresidente 71.901 73.681 75.155
Consejeros 68.004 69.658 71.051
Viceconsejeros 60.247 61.698 62.932
Directores generales 59.463 60.870 62.087
Güímar estudia penalizar a los padres cuyos hijos hagan “excesivos novillos”. El Ayuntamiento del sur de Tenerife está trabajando en una ordenanza que podría aplicar en el próximo curso escolar y que pretende ejercer un mayor control sobre los menores del municipio.
PABLO MATOS MASCAREÑO Diputado nacional y portavoz de Vivienda del PP en el Congreso reconoce que los ciudadanos tienen más problemas para pagar sus casas y advierte a CC de que su discurso no encontrará apoyos “Los debates de CC son disparatados y van contra nuestros principios”
PABLO MATOS MASCAREÑO Diputado nacional y portavoz de Vivienda del PP en el Congreso reconoce que los ciudadanos tienen más problemas para pagar sus casas y advierte a CC de que su discurso no encontrará apoyos “Los debates de CC son disparatados y van contra nuestros principios”
Santiago Díaz Bravo
Hace más de tres décadas que no sabemos nada de ella, pero la recordamos como si estuviera junto a nosotros. Se llamaba Pili, la señorita Pili, y quienes aprendimos a leer gracias a su eterna paciencia, quienes nos adentramos en el siempre apasionante mundo de las letras por mor de su dulce pero regia perseverancia, quienes conocimos el infinito universo de los siempre esquivos números mediante sus magistrales explicaciones, nos enamoramos entonces y la seguimos adorando hoy, cuando lo más probable es que si nos cruzásemos por la calle difícilmente nos reconociésemos. El tiempo ha pasado, no para todos, desgraciadamente, que el hambre de la parca a veces se nos antoja excesiva, y durante todos estos años la vida nos ha obsequiado con un sinfín de sorpresas
agradables y, cómo no, con otros tantos desagradables acontecimientos, que la existencia es así de equilibrada, a la par maravillosa y cabrona, pero comprenderán que los cerca de cuarenta alumnos que compartíamos con ella aquella entrañable aula orotavense sintamos aún un cariño cuasi infantil, un respeto que roza lo reverencial, cada vez que nos invade el recuerdo de quien se manejó con la suficiente destreza como para lograr abrirnos las puertas del mundo. Será acaso porque donde manda corazón no manda cerebro, o porque,
como reza el tópico, de bien nacidos es ser agradecidos, por lo que muchos de los discípulos de la señorita Pili, y de tantas otras señoritas y dones que tanto nos dieron y a los que tanto quisimos, queremos y añoramos, sintamos una inquebrantable simpatía hacia el colectivo docente, e incluso, reconozcámoslo,
que ha pasado ya mucho tiempo, hacia aquellos intransigentes maestros que tantos veranos nos amargaron con ecuaciones e integrales, porque las matemáticas, si uno no nace con el don de los polinomios, estimado, antaño infinitamente odiado, don Álvaro, no cabe otro remedio que sufrirlas. Será acaso por ello que no logremos comprender esa inexplicable cerrazón al diálogo por parte de quienes tienen bajo su mando a tan importante y numeroso colectivo, que nos parezca extremadamente anacrónica esa inusitada beligerancia de los gobernantes hacia quienes sólo exigen que se cumpla la ley, que seamos incapaces
de aceptar el sonoro desprecio por quienes tanto aportan a la sociedad. Claro que disfrutan de más vacaciones y libranzas que casi todos nosotros, quién osa negarlo, pero tan injusto sería pasar este detalle por alto como obviar el esfuerzo
que realiza la mayoría de ellos para dotar de más y mejores contenidos a un sistema educativo tradicionalmente mal gestionado y que año tras año va perdiendo protagonismo dentro de las cuentas públicas.
Los profesores le han reconocido a su trabajo la importancia que le ha negado la propia administración, que a pesar de todo sigue empeñada en marear la perdiz, en jugar a la táctica del divide y vencerás y en entregar la suerte del interminable conflicto de la homologación al paso de los días, las semanas y los meses, arriesgándose a que el siempre salomónico calendario dicte una sentencia que probablemente deje mal parados a quienes han convertido sus oídos en una losa infranqueable. Hablando se entiende la gente y pocas cosas hay que no arreglen unas cañas y una ración de calamares a la romana, pero cuando una de las partes no quiere, mala cosa, señorita Pili, que usted, si lee estas líneas, que con todo mi alma desearía que así fuese, recordará todas las veces que se dirigía a sus alumnos a voz en grito y los castigaba cuando hacían las cosas mal, pero luego, tras escuchar la campana salvadora que ponía fin a la jornada lectiva, se acercaba a nosotros para atusarnos el pelo (no me queda ni uno, señorita), sonreírnos como sólo usted sabía hacerlo y conminarnos con su impagable bonhomía a que no hablásemos mientras explicaba la tabla del nueve o cualquier otra. Cuánto de bueno nos hacían aquellos enfados suyos, añorada maestra, y cuánto de felices
aquellas posteriores e inolvidable reconciliaciones. Precisamente por ello, porque usted de sobra conocía el valor de la palabra, de las buenas maneras, del calor humano, la he buscado durante estos meses entre las fotos de las cada vez más habituales manifestaciones con la esperanza de reconocerla. Me la imagino con gesto serio, detrás de una pancarta, indignada ante lo que considera una injusticia a pesar de que con seguridad, así lo haya querido el destino, estará contando los ya pocos años que le quedan para jubilarse. Cuánta razón tenía usted al gritarnos, señorita Pili, y cuanta razón tiene ahora. Y qué pocas dudas me caben de que a pesar de todo, cuando este tonto conflicto acabe, usted estará dispuesta a acercarse a los gerifaltes de la Consejería de Educación, atusarles el pelo, obsequiarles con la mirada de sus ojos grises e instarle con suma amabilidad a que, por favor, no vuelvan a interrumpirla cuando enseña a sus alumnos la tabla del nueve.
agradables y, cómo no, con otros tantos desagradables acontecimientos, que la existencia es así de equilibrada, a la par maravillosa y cabrona, pero comprenderán que los cerca de cuarenta alumnos que compartíamos con ella aquella entrañable aula orotavense sintamos aún un cariño cuasi infantil, un respeto que roza lo reverencial, cada vez que nos invade el recuerdo de quien se manejó con la suficiente destreza como para lograr abrirnos las puertas del mundo. Será acaso porque donde manda corazón no manda cerebro, o porque,
como reza el tópico, de bien nacidos es ser agradecidos, por lo que muchos de los discípulos de la señorita Pili, y de tantas otras señoritas y dones que tanto nos dieron y a los que tanto quisimos, queremos y añoramos, sintamos una inquebrantable simpatía hacia el colectivo docente, e incluso, reconozcámoslo,
que ha pasado ya mucho tiempo, hacia aquellos intransigentes maestros que tantos veranos nos amargaron con ecuaciones e integrales, porque las matemáticas, si uno no nace con el don de los polinomios, estimado, antaño infinitamente odiado, don Álvaro, no cabe otro remedio que sufrirlas. Será acaso por ello que no logremos comprender esa inexplicable cerrazón al diálogo por parte de quienes tienen bajo su mando a tan importante y numeroso colectivo, que nos parezca extremadamente anacrónica esa inusitada beligerancia de los gobernantes hacia quienes sólo exigen que se cumpla la ley, que seamos incapaces
de aceptar el sonoro desprecio por quienes tanto aportan a la sociedad. Claro que disfrutan de más vacaciones y libranzas que casi todos nosotros, quién osa negarlo, pero tan injusto sería pasar este detalle por alto como obviar el esfuerzo
que realiza la mayoría de ellos para dotar de más y mejores contenidos a un sistema educativo tradicionalmente mal gestionado y que año tras año va perdiendo protagonismo dentro de las cuentas públicas.
Los profesores le han reconocido a su trabajo la importancia que le ha negado la propia administración, que a pesar de todo sigue empeñada en marear la perdiz, en jugar a la táctica del divide y vencerás y en entregar la suerte del interminable conflicto de la homologación al paso de los días, las semanas y los meses, arriesgándose a que el siempre salomónico calendario dicte una sentencia que probablemente deje mal parados a quienes han convertido sus oídos en una losa infranqueable. Hablando se entiende la gente y pocas cosas hay que no arreglen unas cañas y una ración de calamares a la romana, pero cuando una de las partes no quiere, mala cosa, señorita Pili, que usted, si lee estas líneas, que con todo mi alma desearía que así fuese, recordará todas las veces que se dirigía a sus alumnos a voz en grito y los castigaba cuando hacían las cosas mal, pero luego, tras escuchar la campana salvadora que ponía fin a la jornada lectiva, se acercaba a nosotros para atusarnos el pelo (no me queda ni uno, señorita), sonreírnos como sólo usted sabía hacerlo y conminarnos con su impagable bonhomía a que no hablásemos mientras explicaba la tabla del nueve o cualquier otra. Cuánto de bueno nos hacían aquellos enfados suyos, añorada maestra, y cuánto de felices
aquellas posteriores e inolvidable reconciliaciones. Precisamente por ello, porque usted de sobra conocía el valor de la palabra, de las buenas maneras, del calor humano, la he buscado durante estos meses entre las fotos de las cada vez más habituales manifestaciones con la esperanza de reconocerla. Me la imagino con gesto serio, detrás de una pancarta, indignada ante lo que considera una injusticia a pesar de que con seguridad, así lo haya querido el destino, estará contando los ya pocos años que le quedan para jubilarse. Cuánta razón tenía usted al gritarnos, señorita Pili, y cuanta razón tiene ahora. Y qué pocas dudas me caben de que a pesar de todo, cuando este tonto conflicto acabe, usted estará dispuesta a acercarse a los gerifaltes de la Consejería de Educación, atusarles el pelo, obsequiarles con la mirada de sus ojos grises e instarle con suma amabilidad a que, por favor, no vuelvan a interrumpirla cuando enseña a sus alumnos la tabla del nueve.
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